"Les
aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y
muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto"
(Juan 12, 24).
Intentar conectar ideas en el contexto de una
experiencia dolorosa o en el marco de una despedida es
una tarea árdua porque todas ellas se confunden con
recuerdos, detalles, gestos y anécdotas, que luego pasan
por el corazón, enjugan los ojos y terminan convertidas
en la eterna interrogante sobre el sentido de la vida.
Hace pocas horas despedíamos a Ilsen del mundo, del colegio, de
nuestros día a día. No dejaba de impresionarnos ver la cantidad de
gente que pasó por nuestra capilla a expresarle su cariño y a
contarnos de sus virtudes, a decirle a la familia lo importante que
había sido ella en cada una de sus vidas. La mayoría de los
testimonios hablaban de esfuerzo y de lucha, de alegría y trabajo,
de voluntad y amor por los otros.
¿Cómo poder graficar tantas bondades en alguna imagenNo se me
ocurre otra que pensar en una semilla, ese pequeño elemento que
contiene en sí tanta vida, tanta energía, tantas proyecciones,
tantas esperanzas y
desafíos. ES QUE ESO FUISTE QUERIDA
AMIGA: ¡Una semilla! Un grano de trigo que finalmente
cayó en buena tierra. Conociste varios suelos: tu
familia, el colegio, los amigos, Gama, Centro de
alumnos, Indiferencia cero, en cada uno de ellos te
nutriste y a todos prometiste frutos, tu corazón de
buena hija acogió la enfermedad sólo como el suelo
erosionado puede albergar la esperanza de rebrotar la
simiente. Recuerdo cuando me dijiste, que te daba miedo,
pero que no sufrías porque otras personas si tenían
motivos para sufrir, que lo tuyo tenía solución, que
Dios sabía las cosas.
Quisiera destacar y agregar a la lista de sus virtudes una más y me
refiero a su originalidad. Sus niveles de traviesa inteligencia le
permitían relacionarse con todas las personas de manera diferente, a
todas las hacía merecedoras de un sobrenombre creativo y bien
cuidado, de una sonrisa particular, de todos sabía algo
de su vida personal y con ello instalaba un trato
particular y único. Tenía la capacidad de ser niña con
los niños, mujer con los adultos, disparatada con sus
amigos; terca y enojona, obstinada y constante, pero
sólida y valiente; y gracias a esos contrastes pudo
ganarle al dolor. Se fue a conocer a Jesús el día
que ella quiso, y no nos cabe la menor
duda que debe estar llenándolo de preguntas, de abrazos
e indicándole sus siempre prioritarios gustos e
intereses. Para nosotros es un grano de trigo, que ya
depositado en tierra esperamos verlo germinar. Hemos
acompañado sus procesos, y anhelamos, con el corazón,
verla convertida en un pan, que compartiremos como un
sacramental de la amistad, de la bondad y de la
generosidad de Dios por habernos regalado un tiempo
precioso junto a ella.