Con mucha
satisfacción y alegría, y con un sentimiento profundo de
misión cumplida, evaluamos la experiencia de
peregrinación hacia las montañas de nuestra vida, donde
nuestro camino se uniría al de la Buena Madre, en una
tierra, Maipú, que ya antes nos había acogido.
Así comenzamos a cerrar el Año de la
Espiritualidad Apostólica Marista, en un tiempo de
gracia donde todo se viste de colores y flores para
honrar a la mujer que más amó a Jesús y que con él nos
ama más a cada uno de nosotros.
Quisimos como comunidad educativa ofrecer a María
todo el caminar realizado en el curso de este año, así como los
anhelos, desafíos, proyectos y sueños con miras al XXI Capítulo
General de la Congregación de los hermanos maristas, que despertó en
nosotros una esperanza cierta de que el Espíritu de Dios, que
fecundó a María, renovará y dará nuevos bríos al ejercicio de
quienes hemos optado por la educación de las nuevas generaciones.
Agradecemos la presencia de todos aquellos alumnos y
alumnas, profesores, padres y apoderados que peregrinaron ofreciendo
la jornada por sus familias y seres queridos. Deseamos, de todo
corazón, que la frescura y lozanía del corazón de la buena Madre,
acompañe a nuestra comunidad así como acompañó nuestros procesos de
reflexión y preparación, que nos regale nuevas vocaciones y fecunde
aquellos lazos de amistad que nos regala el gozo de ser y compartir
el carisma marista.