perteneciente a la parroquia de Pichilemu. Agradecemos profundamente a Dios y a la Buena Madre su presencia en la vida de este grupo que durante una semana se convirtió en una comunidad de fe y de vida. Teníamos ganas, curiosidad y una inmensa necesidad de hacer realidad un sueño: ir de prisa a una nueva tierra y ser partícipes de la Misión dada por el Señor, amada por Marcelino y conducida en todo momento por el Espíritu del Padre que se alegra de ver a sus hijos reunidos hablando del amor.
Fue la mañana del lunes 9 de enero que abordamos el bus que nos trasladaba hasta el lugar de las misiones; ahí luego de visualizar la costa nos adentramos en una tierra de gran riqueza cultural, donde la arcilla modelada atrae a turistas y donde la fe de la gente sencilla atrae a jóvenes dispuestos a compartir en torno al altar y a la sencillez de la mesa compartida.
Comenzamos una experiencia de cercanía y de fortalecimiento de la confianza con nuestros alumnos; ellos, nos regalaron tantos buenos momentos, la alegría (a ratos desbordada), la oración, las emociones y una que otra pena fueron tiñendo los días de un color esperanzador. Descubrimos, confirmamos y con toda propiedad, aseguramos que estos 18 jóvenes pueden salir al mundo y compartir su vida interior, en todos el milagro de la fe se ha manifestado y cada uno de ellos tiene mucho que decir sobre el paso de Dios en sus vidas.

Así como Moisés (Éxodo 3, 4) descubrió la zarza ardiendo y se acercó con curiosidad a develar el prodigio, nosotros, adultos y educadores, sentimos resonar en nuestros corazones las palabras del Señor: “No te acerques; quítate las sandalias porque el lugar que pisas es sagrado”… Dios nos regaló la alegría de descubrir que nuestros alumnos son tierra sagrada, que merecen toda la honra, el respeto y la valoración de quienes nos acercamos a su vida mediante la formación y la educación.

Agradecemos a todos quienes nos apoyaron y nos acompañaron desde la oración. Por nuestra parte, seguiremos madurando el sueño de construir una dinámica permanente de compartir el amor por Jesús y María, en otras misiones y sobretodo, en el día a día de nuestra vida colegial.