En medio
de nuestro pueblo,
abrazando nuestras calles,
aventurándonos esperanzadoramente y
alimentándonos de la gracia marcelina
de Dios Padre
que lo suaviza todo
en medio de nosotros.
Como hubiese anunciado el hermano Antonio
Peralta (nuevo hermano provincial), hace unos días
atrás; este jueves 14 de agosto, en vísperas de la
Fiesta de la Asunción de la Virgen María, nuestra Buena
Madre, y fiesta patronal de los hermanos y laicos
maristas, recibimos entre nosotros el anuncio de una
buena noticia, noticia sencilla, afectuosa y fraterna
que nos invita a hacer de nuestro trabajo un verdadero
apostolado impulsado por el soplo del Espíritu.
Durante la tarde, representantes de los
alumnos y apoderados, auxiliares, administrativos y
educadores, recibimos la visita de los hermanos Antonio
Peralta y Jesús Pérez, quienes gratamente dispusieron de
su tiempo para saludarnos, responder a nuestras
inquietudes e invitarnos a ser parte de los nuevos
desafíos que florecerán en nuestra misión.
Animándonos desde el Espíritu, el hermano
Antonio y el hermano Jesús, como delegado de la Misión
en Chile, compartieron su ilusión por sentir de este
tiempo un tiempo para descubrir qué desafíos, pistas y
aventuras serán las que debamos emprender para dar un
real impulso hacia nuestra formación, hacia el
permanente encuentro y hacia nuestro principal desafío
que tiene el rostro de nuestros jóvenes alumnos y
alumnas.
Sembrar valores aparentemente en el
desierto solo será una etapa en este camino
creyendo fielmente que nuestro abandono en Dios nos
permitirá caminar hacia esta misión que ha comenzado,
donde es necesario que enfoquemos una complicidad
amistosa al alcance de nuestros jóvenes alumnos, con el
fiel propósito de darles a comprender cuánto les amamos,
y de tal modo, les entreguemos las herramientas
necesarias para llegar a ser buenos cristianos y buenos
ciudadanos.
Surge la invitación a escuchar y discernir, dando
sentido e importancia a la presencia que debemos
demostrar ante aquellos hombres y mujeres de Dios, que
crecen como discípulos del buen maestro con el firme
deseo de alcanzar una educación de excelencia:
evangelizando desde nuestra labor educativa.
En este desafío permanente y en nuestro
sueño esperanzador, encontrar el tesoro del reino será
una aventura en plena sintonía con nuestra misión
universal, donde todos estamos llamados a ser
evangelizadores, atendiendo al sentido máximo que tiene
nuestra opción preferencial, favorecida a cimentarse
hacia el desarrollo de personas vocacionadas, con una
alta competencia profesional y cristiana, sobretodo en
aquellos lugares que más adversidad encontramos a
nuestro paso.
Abriendo nuestros corazones al accionar del Espíritu,
aceptamos la invitación a asumir con mucha esperanza,
con mucha pasión y con mucha paz los retos del
presente: con la fidelidad que nace del trabajo, de la
mesa y del pan compartido.